
Nacho Estévez «El Niño», en los XV PMA. Foto ECDLI
Entrevista a Nacho Estevez «El Niño» publicada en la dición de papel de Heraldo de Aragón delpasado domingo 14 de septiembre
Porque para Nacho Estévez, “El Niño” por su rostro aniñado (Zaragoza, 1078), la guitarra es su vida, aunque haya días que la odie. La descubrió con 14 años, cuando escuchó por primera vez a Paco de Lucía y la convirtió en su estrella, y se enamoró de ese carraspeo que llega hondo en busca siempre del “duende” que lo impregna todo. La utilizó “para conseguir dinero para comprarme una moto, pero me atrapó” cuando se subió por primera vez a un escenario con apenas 15 años. “fue algo underground, en la Sala Piramis, en la zona del Royo. Me llevó a tocar Jesús López y ví claro que quería hacer eso siempre2. Desde entonces ha estado en una treintena de grupos, como Malamente, Los Carmenes (que vuelve a juntarse para el Pilar) o DAB, y ha grabado con Cuti, Son de Sol…y el actual Antílope. Ha recorrido el mundo, tocado “chillo ut” en Ibiza, Dubai o Taiwan; flamenco en Londres, china o Japón y aha vuelto a coger la guitarra eléctrica. Pero él siente y vive ese flamenco que le enamoró con 14 años y que le ha llevado a ser uno de sus referentes en Aragón. Premio “Otras músicas” en la XV edición de los Premios de la Música Aragonesa, tiene una escuela de flamenco en Zaragoza(Los Cabales) en la que traslada toda su pasión y en la que se vive la presencia de grandes aragoneses del cante, como José Barrés, Manuel Tejuela, Inés Lorente, Pepe “El ciego de Zaragoza”…
Cómo le atrapó la guitarra.
Mi padre es andaluz, aunque no tiene relevancia porque fue porque a los 14 años escuché una cinta de Paco de Lucía. Y ya está.
Nunca había cogido una guitarra.
No, no. Yo me dedico a esto porque un día le escuché y es una historia común en millones de personas en todo el mundo, porque te puedes ir a Croacia y ver a gente que toca flamenco maravillosamente; o a Japón, donde hay 3000 escuelas de flamenco, 600 solo en Tokio, las mismas que en España. Mire qué curioso, a los 4 años mis padres quisieron que aprendiera y yo preferí jugar con mis amigos y después mis amigos estaban en la calle y yo me quedaba en casa con la guitarra porque era lo que me gustaba.
Llegó a conocer a Paco de Lucía, ¿qué sintió al estar con quien tanto le ha marcado en la vida?
Un respeto muy grande. Lo conocí en Pirineos Sur en 2004 y vi lo que me habían dicho, que era una persona tremendamente sencilla, con sus chancletas, su gorra, su guasa. Era un bohemio.
Le apasiona el flamenco y tiene una trayectoria musical interesante, ha tocado con Biella Nuei, con Nacho del Río, ha indagado en nuestro folclore.
Y es importante porque yo soy aragonés y me llama no solo la jota, que empiezo a descubrir, sino nuestro patrimonio y que equiparo al flamenco. Me gustaría que la gente conociera la cantidad de estilos que hay en la música aragonesa, porque quedarnos solo con la jota es tanto como decir que el flamenco es alegrías y el resto, bulerías, soleás, tarantas…no existen.
Quien le enseño.
Tuve un primer maestro en casa, el señor Luis, que había viajado por el mundo y me contaba las historias de ser guitarrista y a mí me encantaba y yo me decía que quería ser eso. Luego ha hecho muchos cursos, con Gerardo Nuñez, en escuelas de Granada en el Albaicín, en Madrid.
Su formación ha sido flamenca.
De guitarra sí, pero estudié en el conservatorio de Zaragoza música Antigua durante 6 años, por tener rigor. Lo hacía mientras estaba en el instituto, que después abandoné porque me puse a trabajar, aunque luego retomé los estudios y hubo un momento en el que estaba en una fábrica, en bachillerato nocturno y en el conservatorio. Me quedaba dormido por los rincones.
No es muy habitual retomar los estudios cuando uno ya trabaja.
Era y es una inquietud personal, porque no me gustaba el fútbol y algo tenía que hacer mientras mis amigos estaban con él, por eso me puse a estudiar. También hice guitarra flamenca en el conservatorio del Liceo de Barcelona, que es uno de los pocos sitios que ha dignificado la profesión de guitarrista con una titulación. Aunque no tiene por qué, porque la guitarra, sobre todo la flamenca, siempre se ha aprendido en la calle, de uno, de otro, y la generación que estamos en Zaragoza así lo hemos hecho.
Su vida está centrada en la música, su mujer es violinista…
Y de todo tipo de música, porque hemos colaborado en proyectos de música árabe, tocado “chill out” en Ibiza, en el Café del Mar, en Taiwan…, donde iba con una banda que se llamaba DAB que tenían Pedro Andreu y Luis Positive.
Su último disco “La boca me sabe a sangre” es una simbiosis entre guitarra y alma.
La guitarra es una forma de vivir porque siempre estás con ella y a veces hasta la odias y te duelen los dedos. Todas las composiciones son parte de uno mismo, porque el guitarrista se desnuda cuando toca y el que lo sabe ver aprecia lo que te dejas en ella, porque cada composición son lugares, experiencias hechas música.
¿Ha llegado a llorar?
Interpretando, no; escuchando, sí. Lloro cuando me pongo melancólico cuando escribo, pero no al interpretar porque me sumerjo en otras cosas. Cuando escribí la soleá del disco rememoré un momento cuando tenía 16 años y tocaba mi guitarra en la playa frente al mar, y recordaba a una chica.
Todos los intérpretes tienen un punto de melancolía.
Es que es necesaria y no tiene que ser negativa, hay que saber aprovecharla, aunque más que melancolía es algo de nostalgia. No es tristeza.
Y también hay mucho mito alrededor de las juergas flamencas.
Son indispensables porque son la manera de tocar fuera del escenario, donde tienes que seguir un protocolo. En las “juergas” uno se desinhibe musicalmente y no tendrían fin. Paco de Lucía decía que cuando más se gustaba tocando era cuando estaba toda la noche con amigos con la guitarra.
Texto: Picos Laguna
Fuente: Heraldo de Aragón